
El texto narra la experiencia de Eulalia Hernández Ciro con su biblioteca infantil, formada principalmente por cuentos chinos adquiridos por sus padres entre las décadas de 1970 y 1990 en Medellín, en el contexto de sus afinidades políticas y pedagógicas. Estos libros, impresos en la República Popular de China, destacaban por sus ilustraciones coloridas y narrativas con animales y elementos culturales chinos, siendo utilizados tanto en su hogar como en escuelas públicas para fomentar la lectura y el aprendizaje. La autora reflexiona sobre cómo estos cuentos, junto con otros libros de izquierda y literatura infantil, enriquecieron su infancia y la de otros niños, ofreciendo una ventana a universos narrativos y estéticos distintos a los predominantes en Occidente. Además, conecta esta experiencia con la importancia de las editoriales de izquierda en Colombia y los intercambios culturales de épocas pasadas, resaltando el valor de los libros como herramientas pedagógicas y de resistencia cultural.